UN CICLO PORTENTOSO: CASI 4000 AÑOS.
Arrancó en abril del 576 antes de Cristo, a 10-11 grados de Tauro (como el eclipse parcial de Sol de hace cinco días atrás: 30 de abril 2022). Se extenderá hasta el 3.350 / 3.400 dC.
Construí este mandala inspirándome en el capítulo sobre la Era Axial, del libro de Richard Tarnas "Cosmos y Psique" (ver abajo). En otra entrada comentaré más sobre la investigación que desde hace varios años estamos realizando sobre este ciclo amplio, que incluye a todos los restantes ciclos de relación. Guiados por la erudición y profundidad de R. Tarnas, en varios grupos de egresados venimos haciendo el rastreo de la ERA AXIAL o sea, la conjunción triple de los planetas transpersonales -Urano, Neptuno y Plutón- que se dio en el siglo VII antes de Cristo.
Tarnas no trabaja con soportes gráficos de representación cíclica, lo suyo está más orientado al rastreo de los mojones históricos del pasado -sin mención a grados zodiacales futuros- y en esto es incomparable la profundidad de su texto. Pero en mis grupos siempre necesitamos de ese esquema pitagórico, cíclico-espiralado.
Por eso en primer lugar calculé la lejana fecha del segundo arranque triple -dentro de unos 1.300 años- y dividí el total del ciclo en las consabidas doce fases que, bien sabemos, se sostienen en su fertilidad pitagórico-arquetípica por analogía a las "doce" Lunas anuales. En la construcción de un mandala abstracto, la consigna es recorrerlo hasta el rearranque de su "segundo circuito". Este se hará, como dije, recién en el 3.350 a 3.400 dC y como en la coreografía planetaria no existe el equivalente a un "eterno retorno", el cilindro rearrancará en el signo siguiente, estimativamente a unos 17 grados de Géminis. El entrecruzamiento maravilloso del baile cósmico.
¿Dónde estamos ahora? Miremos el esquema... ¡en plena fase ocho! Angulo que se extiende desde el año 1743 hasta el año 2075. En 1748 Montesquieu publicó "El Espíritu de las Leyes", que con toda seguridad estuvo escribiendo desde años previos. Un tratado de teoría política y derecho comparado en el cual se proponía, entre otras cosas, la división de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial). Retengamos este dato porque adquirirá sentido con lo que leeremos más abajo. Incluye a Cristina a quien ya sabemos que sigo (y que adhiero a sus propuestas políticas en alta medida). Así como lo hace la mayoría de quienes integran mis seminarios.
Volviendo a la Era Axial: ésta arranca en un momento histórico en el cual -entre otras cuestiones raigales- amanecía la "idea-fuerza" en Grecia del demos-kratos (el "poder del pueblo"). Verán en el texto de Tarnas que reproduzco abajo, el contenido histórico y las profundas consecuencias de semejante semilla. En toda fase VIII nos encontramos con la sombra de esa semilla sembrada, con "la otra parte" que hace falta comprender, si pretendemos que fructifique a futuro. HIPÓTESIS: que todo lo que arrancó en el siglo VII antes de Cristo, está en esta fase VIII en profundo estado de alquimia: muerte de lo que ya no sirve, para generar fuerza germinativa a nuevo, de esa semilla plantada antaño.
¡"Lluvia de sincrones"! decimos en uno de los seminarios de egresados. Dentro de pocas horas Cristina F. de Kirchner dará una conferencia, muy esperada, en el Chaco. ¿El tema? Hablará sobre "La insatisfacción por la democracia", retomando a niveles suponemos profundos y no sólo referidos a la Argentina, la cuestión de PUEBLO-ESTADO Y PODER. Es una cuestión planetaria. O sea, el tema central del trabajo de Montesquieu, uno de los mojones históricos con los que podemos ilustrar el arranque de esta fase VIII.
¡"Lluvia de sincrones" parte 2! En el mandala que construí (lo vieron aquí arriba) figura el grado 8 de Tauro como el del arranque de la triple conjunción. No tuve tiempo de corregirlo, pero en realidad el momento casi-partil de la misma se dio a 10-11 de Tauro. Como también recordé al comenzar la nota, ése fue el grado exacto del eclipse parcial de Sol del sábado pasado 30 de abril 2022. Que se vio, pese a ser parcial, precisamente en el sur patagónico; de hecho "se hizo" en el mar antártico del sur, ése que compartimos con Chile.
¿Por qué otra "lluvia de sincrones"? Porque Cristina tiene allí mismo su ascendente taurino. Si: lo tiene a 11 grados de Tauro, queridxs astro-compañerxs. No sólo el eclipse antártico-patagónico lo tocó de manera exacta el sábado pasado, sino que hace un año también Urano entró por su ascendente, en mayo 2021.
¡Y no digan que "no se le nota" porque nadie podría creerles... 😀 !
Es obvio que ella viene, desde hace rato, no sólo meditando sino además anunciando, que se hace imperioso un cambio a todo o nada en los basamentos mismos de lo que, desde el siglo XVIII, consideramos "las bases republicanas". Urano mediante -más eclipse de Sol- sobre su ascendente... sólo nos cabe esperar con ansias la conferencia de mañana.
Dejemos ahora la corta duración e ingresemos al portento de la Larga, larguísima duración, por lo menos desde la perspectiva cultural-histórica-humana.
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TEXTO DE RICHARD TARNAS, “Cosmos y Psique. Indicios para una nueva visión del mundo”. Girona (España) Atalanta. Segunda edición corregida, 2009.
. Leí este trabajo en su versión en papel hace más de una década y comprendí la magnitud del mismo. Desde allí en más me permito usar su material en mis seminarios para egresados, con las consiguientes visiones complementarias (que inevitablemente necesitamos aportar lxs historiadorxs, también formados en la epistemología de nuestra profesión). E igualmente maravilladxs, como le pasó a Richard Tarnas, por este regalo de la Vida: el encuentro con la astrología. ¡Gracias maestro!
ow / mayo 2022 (entre eclipses)
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Tercera edición, 2017 (Versión pdf). Agradecimiento a Gertud Stauber y a la página https://www.academia.edu/46930482/TarnasRichard_COSMOS_Y_PSIQUE.
Todos los derechos reservados. Título original: Cosmos and Psyche © Richard Ternas, 2006 © De la traducción: Marco Aurelio Galmarini © EDICIONES ATALANTA, S. L. Mas Pou. Vilaür 17483. Girona. España Teléfono: 972 79 58 05 Fax: 972 79 58 34 atalantaweb.com ISBN: 978–84–946136–4–7 Depósito Legal: GI 176–2017
Traductor: Marco Aurelio Galmarini.
De este pdf tomé, para lo que sigue, el sub-capítulo sobre la Era Axial con el que encabezo este artículo.
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SOBRE LA “ERA AXIAL”
ESTE CAPÍTULO, CENTRAL EN MI OPINIÓN PARA EVALUAR EL GIGANTESCO GIRO CIVILIZATORIO DEL PRESENTE 2022, FIGURA EN SU EDICIÓN DE 2017 (aquí en pdf): desde la pág 656 hasta la pág 671. [En la segunda edición, versión en papel, va en las páginas 593-606]
ow / CABA, Argentina, 5 de mayo 2022.
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Reitero contexto: escribo esto apenas pasados cinco días del eclipse parcial de Sol del 30 de abril 2022, que se hizo a los mismos grados (10-11 de Tauro) que el arranque de este prodigioso ciclo triple, entre abril y mayo del año 576 antes de Cristo. Y de paso, sobre el ascendente de Cristina. Sería bueno registrar en nuestras propias cartas en qué casa y haciendo aspecto a qué planetas, "cayó" este eclipse. Consiguientemente, sería el mismo lugar del arranque de este ciclo milenario (y el mismo lugar del arranque de la carta de Cristina, por si queremos hacer una sinastría entre ella y nosotrxs 😀✌).
.
VA EN LO QUE SIGUE LA REPRODUCCIÓN TEXTUAL DEL SUBCAPÍTULO DE RICHARD TARNAS. He subrayado en negritas varios párrafos que me parecen centrales y cada tanto -entre corchetes- va también alguna aclaración que entendí necesaria.
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“EL GRAN DESPERTAR DE LA ERA AXIAL
Ha llegado la hora de examinar el único período de la historia documentada en que los tres planetas más lejanos –Urano, Neptuno y Plutón– estuvieron en conjunción triple prácticamente exacta. Fue, en varios milenios, el único momento en que una conjunción de Urano y Neptuno estuvo en conjunción exacta también con Plutón.
Sobre la base del gran número de correlaciones que hemos visto hasta ahora, podríamos esperar que este período histórico presentase un interés especial, incluso que sirviera como piedra de toque del enfoque que aquí estamos estudiando. El hecho es que la larga conjunción triple de Urano, Neptuno y Plutón tuvo lugar en la extraordinaria época, sin precedentes y sin paralelo posterior en la historia, de la primera mitad del siglo VI a.C. Estas décadas constituyen el núcleo de la gran Era Axial, en cuyo transcurso nacieron muchas de las principales filosofías y tradiciones espirituales del mundo.
A pesar de que cuando se trata de acontecimientos y personalidades de una época tan lejana es difícil precisar fechas –en general, lo único que se conoce es la década–, la evidencia de la importancia única de este período resulta abrumadora. Fue la época de Buda, que dio origen al budismo en India; de Mahavira y del origen del jainismo en India; de Lao Zi y el origen del taoísmo en China, al que una década después sucedió el nacimiento de Confucio, contemporáneo más joven de Lao Zi. Esta misma época coincidió con la repentina oleada de profetas del Israel antiguo – Jeremías, Ezequiel y el Segundo Isaías– a través de los cuales se forjó una profunda transformación en la imagen judía de lo divino y en la comprensión de la historia humana. En esta misma época se compilaron y redactaron por primera vez las escrituras hebreas. En cuanto a la datación tradicional de Zoroastro y el surgimiento del zoroastrismo en Persia, con su inmensa influencia histórica, hace ya mucho tiempo que se fija en el siglo VI [antes de Cristo. ow] pese a que todavía no puede precisarse. En Grecia, el período de la triple conjunción coincidió exactamente con el nacimiento de la filosofía griega, pues entre los años ochenta y sesenta del siglo VI tuvieron su apogeo los primeros filósofos griegos, Tales y Anaximandro, y nació Pitágoras, figura clave de la historia de la filosofía y la ciencia occidental. En la religión griega emergía el orfismo y el oráculo de Delfos se hallaba en su momento de máxima influencia. Durante el mismo período floreció la gran poetisa lírica de la cultura occidental, Safo, cuya creatividad y dominio del arte fueron objeto de tal admiración que los autores clásicos la llamaron la décima Musa. En el mismo período nació Tespis, el padre de la tragedia griega, cuya decisiva innovación de poner en boca de actores individuales versos del diálogo que hasta entonces sólo pronunciaba el coro tradicional se considera el punto de partida del drama.
En otro orden de cosas, estas mismas décadas trajeron las revolucionarias reformas legales y económicas del estadista–poeta Solón en Atenas, que prepararon el camino al desarrollo de la democracia, en coherencia con el ciclo de Urano–Plutón: períodos de cambio radical, reforma política liberal y un renovado impulso hacia el progreso social y cultural. (El Siglo de Pericles ateniense coincidió con la conjunción siguiente de Urano y Plutón, un siglo y medio más tarde, en 443–430.) Durante este período, Solón estableció reglas para la recitación pública de la épica homérica, que llegó a ser la base de la educación griega y la imaginación clásica, reflejando un tema que se repetiría de modo sistemático bajo alineamientos posteriores de Urano y Neptuno, como los de la Antigüedad Romana (Cicerón, Virgilio), el Renacimiento y el Romanticismo.
Las grandes figuras y los importantes acontecimientos, ideas, movimientos, despertares y transformaciones de la conciencia colectiva que se produjeron durante esta época prodigiosa han permeado la evolución posterior de la humanidad.
Me parece asombroso que la época que se reconoce universalmente como la más significativa en toda la evolución filosófica y espiritual del mundo coincidiera con la única conjunción triple de Urano, Neptuno y Plutón, los mismos planetas cuyos alineamientos han estado asociados a significados arquetípicos propios de una época de despertar espiritual y transformación cultural tan universales.
Después de pasar toda una vida estudiando estos ciclos planetarios, comprobé que las asombrosas coincidencias de esta época con la conjunción triple de los tres planetas más alejados, posee en sí misma una cierta numinosidad.
Desde el punto de vista astronómico, fue la única época de la historia documentada en que los ciclos de Urano–Neptuno, Urano– Plutón y Neptuno–Plutón coincidieron en una conjunción triple tan estrecha. Los tres planetas estaban a menos de 2º del alineamiento exacto a mediados del período, es decir, en 577–576 a.C. [a 10-11 de Tauro. ow].
Contemplados, por así decirlo, con un gran angular telescópico, los fenómenos históricos y culturales coincidentes parecen haber formado una inmensa onda arquetípica en el medio siglo comprendido entre 600 y 550, que abarcó casi exactamente el período en que Neptuno y Plutón estuvieron a menos de 30º de su conjunción (602–552). Como ya he observado al analizar otras conjunciones triples de planetas exteriores, como la notable conjunción de Júpiter, Urano y Plutón de 1968–1969, la presencia de tres planetas en semejante configuración parece coincidir con una importante ampliación del orbe en el que se dan acontecimientos arquetípicamente pertinentes. [la otra gran triple conjunción fue la de Júpiter-Saturno-Plutón, en enero 2020. R. Tarnas escribió esto antes de dicho mojón. La pandemia global más impactante conocida hasta el momento –definida como “hecho singular y absoluto” por sus características no comparables a anteriores pandemias- se desencadenó en ese momento. Y dos años después, en este año 2022, la guerra en territorio ucraniano, en la que dirimen sus fuerzas el decadente imperio norteamericano con el intento del otro contendiente igualmente imperial de no ceder su espacio. Con desenlace incierto en este presente todavía. ow]
En la conjunción de la primera mitad del siglo VI a.C., los tres ciclos planetarios formaron una serie de alineamientos exactamente concéntricos en el interior de este período más largo; su superposición es tan ajustada que el intervalo entre sus conjunciones se fue estrechando durante los años noventa y ochenta, hasta alcanzar el alineamiento más preciso en los años 578–575 y luego separarse gradualmente durante los años sesenta y cincuenta.
ESTE CAPÍTULO, CENTRAL EN MI OPINIÓN PARA EVALUAR EL GIGANTESCO GIRO CIVILIZATORIO DEL PRESENTE 2022, FIGURA EN SU EDICIÓN DE 2017 (aquí en pdf): desde la pág 656 hasta la pág 671. [En la segunda edición, versión en papel, va en las páginas 593-606]
ow / CABA, Argentina, 5 de mayo 2022.
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Reitero contexto: escribo esto apenas pasados cinco días del eclipse parcial de Sol del 30 de abril 2022, que se hizo a los mismos grados (10-11 de Tauro) que el arranque de este prodigioso ciclo triple, entre abril y mayo del año 576 antes de Cristo. Y de paso, sobre el ascendente de Cristina. Sería bueno registrar en nuestras propias cartas en qué casa y haciendo aspecto a qué planetas, "cayó" este eclipse. Consiguientemente, sería el mismo lugar del arranque de este ciclo milenario (y el mismo lugar del arranque de la carta de Cristina, por si queremos hacer una sinastría entre ella y nosotrxs 😀✌).
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VA EN LO QUE SIGUE LA REPRODUCCIÓN TEXTUAL DEL SUBCAPÍTULO DE RICHARD TARNAS. He subrayado en negritas varios párrafos que me parecen centrales y cada tanto -entre corchetes- va también alguna aclaración que entendí necesaria.
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“EL GRAN DESPERTAR DE LA ERA AXIAL
Ha llegado la hora de examinar el único período de la historia documentada en que los tres planetas más lejanos –Urano, Neptuno y Plutón– estuvieron en conjunción triple prácticamente exacta. Fue, en varios milenios, el único momento en que una conjunción de Urano y Neptuno estuvo en conjunción exacta también con Plutón.
Sobre la base del gran número de correlaciones que hemos visto hasta ahora, podríamos esperar que este período histórico presentase un interés especial, incluso que sirviera como piedra de toque del enfoque que aquí estamos estudiando. El hecho es que la larga conjunción triple de Urano, Neptuno y Plutón tuvo lugar en la extraordinaria época, sin precedentes y sin paralelo posterior en la historia, de la primera mitad del siglo VI a.C. Estas décadas constituyen el núcleo de la gran Era Axial, en cuyo transcurso nacieron muchas de las principales filosofías y tradiciones espirituales del mundo.
A pesar de que cuando se trata de acontecimientos y personalidades de una época tan lejana es difícil precisar fechas –en general, lo único que se conoce es la década–, la evidencia de la importancia única de este período resulta abrumadora. Fue la época de Buda, que dio origen al budismo en India; de Mahavira y del origen del jainismo en India; de Lao Zi y el origen del taoísmo en China, al que una década después sucedió el nacimiento de Confucio, contemporáneo más joven de Lao Zi. Esta misma época coincidió con la repentina oleada de profetas del Israel antiguo – Jeremías, Ezequiel y el Segundo Isaías– a través de los cuales se forjó una profunda transformación en la imagen judía de lo divino y en la comprensión de la historia humana. En esta misma época se compilaron y redactaron por primera vez las escrituras hebreas. En cuanto a la datación tradicional de Zoroastro y el surgimiento del zoroastrismo en Persia, con su inmensa influencia histórica, hace ya mucho tiempo que se fija en el siglo VI [antes de Cristo. ow] pese a que todavía no puede precisarse. En Grecia, el período de la triple conjunción coincidió exactamente con el nacimiento de la filosofía griega, pues entre los años ochenta y sesenta del siglo VI tuvieron su apogeo los primeros filósofos griegos, Tales y Anaximandro, y nació Pitágoras, figura clave de la historia de la filosofía y la ciencia occidental. En la religión griega emergía el orfismo y el oráculo de Delfos se hallaba en su momento de máxima influencia. Durante el mismo período floreció la gran poetisa lírica de la cultura occidental, Safo, cuya creatividad y dominio del arte fueron objeto de tal admiración que los autores clásicos la llamaron la décima Musa. En el mismo período nació Tespis, el padre de la tragedia griega, cuya decisiva innovación de poner en boca de actores individuales versos del diálogo que hasta entonces sólo pronunciaba el coro tradicional se considera el punto de partida del drama.
En otro orden de cosas, estas mismas décadas trajeron las revolucionarias reformas legales y económicas del estadista–poeta Solón en Atenas, que prepararon el camino al desarrollo de la democracia, en coherencia con el ciclo de Urano–Plutón: períodos de cambio radical, reforma política liberal y un renovado impulso hacia el progreso social y cultural. (El Siglo de Pericles ateniense coincidió con la conjunción siguiente de Urano y Plutón, un siglo y medio más tarde, en 443–430.) Durante este período, Solón estableció reglas para la recitación pública de la épica homérica, que llegó a ser la base de la educación griega y la imaginación clásica, reflejando un tema que se repetiría de modo sistemático bajo alineamientos posteriores de Urano y Neptuno, como los de la Antigüedad Romana (Cicerón, Virgilio), el Renacimiento y el Romanticismo.
Las grandes figuras y los importantes acontecimientos, ideas, movimientos, despertares y transformaciones de la conciencia colectiva que se produjeron durante esta época prodigiosa han permeado la evolución posterior de la humanidad.
Me parece asombroso que la época que se reconoce universalmente como la más significativa en toda la evolución filosófica y espiritual del mundo coincidiera con la única conjunción triple de Urano, Neptuno y Plutón, los mismos planetas cuyos alineamientos han estado asociados a significados arquetípicos propios de una época de despertar espiritual y transformación cultural tan universales.
Después de pasar toda una vida estudiando estos ciclos planetarios, comprobé que las asombrosas coincidencias de esta época con la conjunción triple de los tres planetas más alejados, posee en sí misma una cierta numinosidad.
Desde el punto de vista astronómico, fue la única época de la historia documentada en que los ciclos de Urano–Neptuno, Urano– Plutón y Neptuno–Plutón coincidieron en una conjunción triple tan estrecha. Los tres planetas estaban a menos de 2º del alineamiento exacto a mediados del período, es decir, en 577–576 a.C. [a 10-11 de Tauro. ow].
Contemplados, por así decirlo, con un gran angular telescópico, los fenómenos históricos y culturales coincidentes parecen haber formado una inmensa onda arquetípica en el medio siglo comprendido entre 600 y 550, que abarcó casi exactamente el período en que Neptuno y Plutón estuvieron a menos de 30º de su conjunción (602–552). Como ya he observado al analizar otras conjunciones triples de planetas exteriores, como la notable conjunción de Júpiter, Urano y Plutón de 1968–1969, la presencia de tres planetas en semejante configuración parece coincidir con una importante ampliación del orbe en el que se dan acontecimientos arquetípicamente pertinentes. [la otra gran triple conjunción fue la de Júpiter-Saturno-Plutón, en enero 2020. R. Tarnas escribió esto antes de dicho mojón. La pandemia global más impactante conocida hasta el momento –definida como “hecho singular y absoluto” por sus características no comparables a anteriores pandemias- se desencadenó en ese momento. Y dos años después, en este año 2022, la guerra en territorio ucraniano, en la que dirimen sus fuerzas el decadente imperio norteamericano con el intento del otro contendiente igualmente imperial de no ceder su espacio. Con desenlace incierto en este presente todavía. ow]
En la conjunción de la primera mitad del siglo VI a.C., los tres ciclos planetarios formaron una serie de alineamientos exactamente concéntricos en el interior de este período más largo; su superposición es tan ajustada que el intervalo entre sus conjunciones se fue estrechando durante los años noventa y ochenta, hasta alcanzar el alineamiento más preciso en los años 578–575 y luego separarse gradualmente durante los años sesenta y cincuenta.
[En mi investigación personal, el momento considerado casi partil podemos ubicarlo en abril del 576 antes de Cristo, en los grados 10-11 de Tauro. A riesgo de reiterar, no obstante insisto: son los grados zodiacales exactos en los que cayó este último eclipse parcial de Sol del 30 de abril 2022, irradiando desde el mar antártico argentino-chileno. Y sigo reiterando- recordando: a 11 de Tauro tiene su ascendente Cristina Kirchner. Mañana 6 de mayo 2022 dará una conferencia decisiva sobre un tema que forma parte de las “ideas-fuerza” generada en ese arranque de la Era Axial en Grecia: la de Demo-Kratos, el poder del pueblo. ow].
Aquí encontramos los temas característicos del ciclo de Urano– Neptuno que hemos expuesto en los capítulos anteriores, pero, como corresponde a la triple conjunción con Plutón, expresados con espectacular fecundidad, de manera masiva y profunda, hondamente.
En la serie de alineamientos solapados, el más largo de los tres, la conjunción de Neptuno y Plutón, cruzó el orbe de 20° entre 594 y 560 a.C., la de Urano y Neptuno entre 586 y 266, y las de Urano y Plutón entre 583 y 570. 660 evolutiva y transformadora en gran escala, tanto temporal como geográficamente.
El tema básico de los despertares espirituales y el nacimiento de nuevas religiones durante esta época y las décadas siguientes es, por supuesto, el más llamativo de estos motivos característicos de Urano–Neptuno: las grandes revoluciones religiosas del budismo, el taoísmo, el confucianismo, el jainismo, etc.
Desde la perspectiva de la historia de la religión occidental, en las revelaciones proféticas del judaísmo de esta época vemos ejemplificado el tema esencial de Urano–Neptuno de radical transformación de la imagen de Dios y una nueva y revolucionaria comprensión de la voluntad divina actuando en la historia, particularmente adecuada a la presencia de Plutón, con su relación arquetípica con la evolución, y a la voluntad universal.
Con respecto al tema del nacimiento de nuevas filosofías, característico de Urano–Neptuno, nos encontramos aquí con el nacimiento mismo de la filosofía occidental, visible en Tales, Anaximandro y Pitágoras, todos los cuales ejercieron una nueva capacidad de la razón crítica para descubrir los arkhái fundamentales, las causas unitivas originarias que subyacen al flujo y la diversidad del mundo.
Otro tema de Urano–Neptuno, el surgimiento de filosofías de carácter específicamente idealista, es evidente en la concepción pitagórica de las formas matemáticas trascendentes y la inteligencia universal que gobiernan el cosmos. Es notable que la conjunción siguiente de Urano y Neptuno, exactamente un ciclo más tarde, coincidiera con el nacimiento del platonismo, profundamente influido por Pitágoras.
El motivo astronómico del ciclo de Urano–Neptuno que hemos visto en la secuencia de Copérnico, Kepler, Galileo y Newton es evidente aquí en el nacimiento de la astronomía misma, a través de la obra de Tales, Anaximandro y Pitágoras. Este comienzo históricamente trascendental está dominado por las primeras especulaciones astronómicas de Tales (incluida su famosa predicción de un eclipse en 585); la postulación de Anaximandro de la primera cosmología científica, que consideraba a la Tierra suspendida libremente en el centro de un universo esférico; y la postulación de Pitágoras de una Tierra esférica encerrada en la esfera rotatoria de las estrellas fijas, mientras que los planetas rotaban en la dirección contraria.
Otro patrón diacrónico: Eudoxio, el primer astrónomo griego que propuso una cosmología detallada que explicaba los distintos movimientos planetarios, nació durante la conjunción siguiente de Urano y Neptuno, al comienzo del siglo IV.
Entre el gran número de innovaciones intelectuales y nuevos comienzos de la Era Axial está el primer mapa de la Tierra, obra de Anaximandro, quien además postuló la primera teoría de la evolución que se conozca, de acuerdo con la cual la vida surgió del mar y los primeros seres humanos eran semejantes a peces. Se trata de una correlación muy interesante en vista de la asociación de Plutón con la evolución biológica y la coincidencia de los alineamientos de Urano–Plutón con el surgimiento de las teorías de la evolución (la de Darwin y Wallace durante la conjunción de los años cuarenta y cincuenta del siglo XIX, las de Erasmus Darwin, Geoffroy Saint– Hilaire, Goethe y Lamarck durante la oposición anterior de los años noventa del siglo XVIII y las de la «segunda revolución darwinista» durante la conjunción más reciente de los años sesenta del siglo XX.)
El hecho de que esa conjunción particular de Urano y Plutón incluyera a Neptuno en el alineamiento sugiere el motivo oceánico dominante de la teoría de la evolución de Anaximandro, y el extraordinario salto imaginativo e intuitivo que se requería para tal conjetura en aquella época. El tema de la epifanía cósmica de Urano–Neptuno, que desvela una dimensión espiritual del universo, se expresa espléndidamente en la revelación pitagórica de la armonía trascendente de las esferas que une astronomía y música en un todo de ordenación divina. También se expresa en el uso pitagórico de la palabra kosmos para describir un universo vivo impregnado de inteligencia espiritual, belleza y perfección estructural.
En Pitágoras vemos también la unidad de ciencia y religión, la ausencia absoluta de fronteras categoriales, que representa otro motivo frecuente de Urano–Neptuno.
En lo que atañe al surgimiento creativo de tradiciones esotéricas que hemos observado en coincidencia con alineamientos posteriores de Urano–Neptuno, la fundación de la hermandad y la filosofía pitagóricas es fuente de inspiración de muchas tradiciones esotéricas occidentales que han visto en Pitágoras su origen y su reverenciada autoridad carismática.
Otro motivo característico de Urano–Neptuno evidente durante esta época fue el nacimiento de nuevas formas de expresión artística, visible en el inicio del drama trágico y el papel del actor introducido por Tespis. Una vez más, encontramos un patrón diacrónico: el primer gran trágico, Esquilo, surgió durante la oposición siguiente de Urano y Neptuno: en 485 a.C. ganó el primero de los muchos premios que obtuvo en el festival anual de Atenas, y continuó escribiendo hasta totalizar noventa piezas en el curso de su larga vida. Shakespeare, su heredero renacentista, nació durante una oposición de Urano y Neptuno, dos mil años más tarde. El surgimiento de nuevas formas artísticas y genio creativo también queda maravillosamente encarnado durante el período de la triple conjunción en la luminosa figura de Safo, quien tuvo su apogeo a partir de los años ochenta del siglo VI. Lo mismo que a Pitágoras, se atribuye a Safo un carisma espiritual como gran sacerdotisa de la isla de Lesbos, donde presidía un culto femenino del amor, la belleza y la poesía. Incluso en los escasos fragmentos que han llegado hasta nosotros es evidente, muchos siglos después, que su obra representó no sólo una ruptura creativa respecto de la imaginación poética, sino también un profundo cambio psicológico en la actitud del artista. Safo produjo una nueva forma de desvelamiento poético personal e íntimamente emocional. Transformó creativamente la poesía lírica tanto en la técnica como en el estilo, pues abandonó la tradición de la poesía escrita desde la perspectiva de los dioses y las musas y adoptó un enfoque que expresaba el punto de vista personal del individuo. Al escribir en primera persona, al describir el amor y su pérdida tal como la afectaban personalmente, parece haber servido con su arte al progreso en el impulso a la individuación que por entonces asomaba en la psique griega.
También podemos reconocer en Safo dos temas importantes de Urano–Plutón que ya hemos visto correlacionados con este ciclo en épocas posteriores, como durante los años sesenta del siglo XX, de 1896 a 1907, de 1845 a 1856 y la última década del siglo XVIII: la potenciación social de las mujeres y el despertar dionisíaco y la liberación erótica. La presencia del complejo asociado a los tres planetas en combinación puede percibirse en la profundidad del sentimiento y la intensidad de la expresión lírica que distingue la obra de Safo, una revelación del eros irresistible en su potencia visceral e instintiva (Urano–Plutón) e inextricablemente ligada con las dimensiones poética, romántica e imaginativa de su arte (Urano–Neptuno).
[Cita una poesía de Safo]: “Un igual a los dioses me parece el hombre aquel que frente a ti se sienta, de cerca y cuando dulcemente hablas te escucha, y cuando ríes seductora. Esto –no hay duda– hace mi corazón volcar dentro del pecho. Miro hacia ti un instante y de mi voz ni un hilo ya me acude, la lengua queda inerte y un sutil fuego bajo la piel fluye ligero y con mis ojos nada alcanzo a ver y zumban mis oídos; me desborda el sudor, toda me invade un temblor, y más pálida me vuelvo que la hierba. No falta –me parece– mucho para estar muerta”.
He aquí presente algo del estallido shakespeareano de intensidad romántico–erótica, una modalidad lírica de la fiebre cerebral dostoievskiana y también una insinuación del intenso eros poético plenamente carnal de Whitman. En todos esos casos estaban en alineamiento dinámico los mismos tres planetas, pero esta vez en una conjunción triple.
La compresión de estas maravillas del mundo antiguo – culturales, religiosas, científicas, filosóficas y artísticas– en un corto lapso y en coincidencia exacta con la conjunción de Urano, Neptuno y Plutón, también se refleja en la arquitectónica de la Babilonia de Nabucodonosor. El reinado de Nabucodonosor en Babilonia, que se extendió de 605 a 562 a.C., coincidió de modo casi preciso con toda esta época. Durante dicho período, Nabucodonosor hizo restaurar prácticamente todos los templos de su imperio. Babilonia era una gran ciudad de grandeza palaciega, de monumentales edificios públicos con fachadas de azulejos esmaltados con brillantes colores, canales, amplias avenidas, calles sinuosas y los Jardines Colgantes, llenos de flora exótica que se regaban con agua llevada del Éufrates.
Esta Babilonia fue el crisol de la gran metamorfosis del judaismo que tuvo lugar en esta época. La destrucción de Jerusalén en 586 por Nabucodonosor y la deportación de la mayor parte de la población judía al cautiverio babilónico se produjo en exacta coincidencia con el tránsito mundial de Saturno en cuadratura con Plutón y Neptuno (inmediatamente antes de que Urano entrara en estrecha conjunción con estos dos planetas).
En las décadas siguientes, la profunda respuesta de los profetas judíos a esos catastróficos acontecimientos políticos y espirituales desencadenó la transformación del judaísmo en una religión caracterizada por el universalismo monoteísta y el individualismo ético. Los escritos de Jeremías y Ezequiel durante esta era expresaban un énfasis radicalmente nuevo en la relación del individuo con Dios. Los del Segundo Isaías, nacido bajo la triple conjunción, aportaron la poderosa declaración de un Dios soberano y lleno de amor que reina sobre toda la historia y toda la humanidad, inspirando en las generaciones venideras una visión esperanzada en el advenimiento del reino de Dios, que liberaría a su pueblo de los sufrimientos y las injusticias del presente.
La metamorfosis de la imaginación profética en esa época se convirtió en fuente de inspiración para incontables figuras y movimientos religiosos de siglos posteriores, incluidas muchas visiones utópicas y milenaristas que surgieron una y otra vez durante los alineamientos posteriores del ciclo de Urano– Neptuno, desde el período del Nuevo Testamento al movimiento del siglo XX por los derechos civiles:
[cita a Isaías] Así dice el Dios Yahvé, el que crea los cielos y los extiende, el que hace firme la tierra y lo que en ella brota, el que da aliento al pueblo que hay en ella, y espíritu a los que por ella andan.
Yo, Yahvé, te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé, y te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes, para abrir los ojos ciegos, para sacar del cala[1]bozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas. Una voz clama: «En el desierto abrid camino a Yahvé, trazad en la estepa una calzada recta a nuestro Dios. Que todo valle sea elevado, y todo monte y cerro rebajado; vuélvase lo escabroso llano, y las breñas planicie. Se revelará la gloria de Yahvé, y toda criatura a una la verá». (Isaías, 42: 5–7; 40: 3–5)
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[El interesante párrafo comparativo que sigue, no figuraba en la 2da.edición del año 2009]:
El Primer Isaías, cuyos temas anticipaban estrechamente los del Segundo, inició sus profecías entre 750 y 740 a.C., en coincidencia con la conjunción anterior de Urano y Neptuno. La conjunción anterior, que se hallaba en el orbe de 20° entre 758 y 737, el período que los eruditos consideran que corresponde a la composición de la también coincide aproximadamente con Teogonía y Los trabajos y los días de Hesíodo. (La datación de las epopeyas homéricas continúa siendo una cuestión demasiado ambigua y escurridiza como para permitir correlaciones fiables.)
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[Se refiere ahora a lo escrito en capítulos anteriores. ow] Hemos visto ya la combinación de los planetas Urano, Neptuno y Plutón en las configuraciones cuadráticas de los siglos XVI y XIX, al ocuparnos de los complejos choques de poderosas fuerzas detectables en las obras de Shakespeare, Galileo y Dostoievski.
Ello nos puede proporcionar un atisbo de la sobrecogedora transformación de la conciencia que el Despertar Axial del siglo VI a.C. produjo en un sinnúmero de personas en las civilizaciones del mundo antiguo, de China e India a Persia, Babilonia, Israel y Grecia: la destrucción de lo viejo y el nacimiento de lo nuevo, cambios sin precedentes en la percepción de la realidad, el poder de las revelaciones que inauguran una época, el despertar de perspectivas religiosas, filosóficas y científicas radicalmente novedosas, en realidad el nacimiento de la filosofía y la ciencia tal como las entendió luego nuestra civilización, y el nacimiento de tradiciones religiosas hasta hoy mismo fundacionales de la comunidad humana.
Además, en lo que se refiere al aspecto social de la evolución religiosa, la Era Axial abrió para la humanidad la posibilidad de un compromiso individual directo y mucho más amplio con lo divino por parte de místicos, profetas, filósofos y sabios, cuya experiencia religiosa y autoridad espiritual representa la emancipación de la arcaica jerarquía que hasta entonces había me[1]diado dicha experiencia.
Cuando consideramos el progreso del ciclo de Urano–Neptuno y los patrones diacrónicos de fenómenos culturales arquetípicamente vinculados que se desplegaron durante alineamientos posteriores, como los nacimientos del platonismo y el cristianismo, podemos reconocer que muchas de las grandes religiones y epifanías filosóficas del Despertar Axial se centraban en una transformación profunda y duradera de la experiencia de lo numinoso.
Esta transformación adoptó formas radicalmente diversas en las distintas civilizaciones y tradiciones –budista, taoísta, confuciana, jainista, zoroastrista, judía, griega–, que se desarrollaron con orientaciones divergentes de acuerdo con sus respectivas tradiciones. Lo común a estas distintas transformaciones es una nueva y poderosa distinción, que a menudo se convertiría en una dicotomía radicalmente polarizada, entre una realidad espiritual radicalmente superior y una realidad percibida como intrínseca o provisionalmente inferior.
Ambas realidades se distinguían y se definían en muchos niveles, a menudo solapadas: el mundo divino de eternidad y el mundo humano de flujo y finitud, el ontológicamente primordial y el derivado, el trascendente y el inmanente, espíritu y materia, bueno y malo, luz y oscuridad, arriba y abajo, perfecto e imperfecto, uno y múltiple, realidad e ilusión, Brahman y maya, nirvana y samsara, el Tao y el mundo convencional, el reino de Dios y el mundo secular, el futuro redimido y el presente pecador, salvación/iluminación y oscura cárcel de la condición humana ordinaria, el filósofo–profeta–místico–sabio y el no iluminado.
Toda tradición religiosa desarrolló estas diferenciaciones y luchó de diversas formas por superarlas, con resultados espirituales y filosóficos completamente distintos en Asia y en Occidente.
Sobre estas polaridades se estableció el fundamento espiritual e intelectual de una parte de la evolución histórica de la conciencia humana que ha tenido lugar desde entonces, sobre todo en Occidente, donde estas dicotomías han sido particularmente pronunciadas y han tenido consecuencias importantes.
Desde un punto de vista hegeliano y junguiano, se podría decir que esta revelación de opuestos metafísicos dinámicamente relacionados en la experiencia humana, de tanta trascendencia histórica, inició un gran proceso evolutivo de tensiones y síntesis dialécticas en el que aún hoy vive nuestra época. El gran Despertar Axial del período de la triple conjunción fue un fenómeno extremadamente complejo, un fons et origo [“fuente y origen”, ow] con múltiples corrientes.
Desde el momento de su aparición, todas las religiones y filosofías que nacieron o se transformaron durante esta época tenían una complejidad interna que se desarrolló y se diferenció creativamente en los siglos siguientes. Cada corriente fue objeto de múltiples ramificaciones, divisiones internas y nuevas divergencias.
La nueva autonomía del individuo, la nueva capacidad para una conciencia plenamente reflexiva, la nueva voluntad de poner en tela de juicio lo recibido y lo dado, los retos a las creencias establecidas, la rebeldía profética y filosófica contra los poderes seculares y los valores convencionales, el nuevo papel de místicos y sabios, las nuevas modalidades de expresión artística que sirven de apoyo a una mayor individualidad y a una crítica reflexiva acerca de la condición humana, el emergente impulso general a alejarse de lo local y lo tradicional y acercarse a lo universal y lo nuevo, y por último, aunque no menos importante, el despertar a una realidad trascendente que busca un nuevo tipo de encarnación en el mundo de la historia humana: todas estas características decisivas de la época axial pusieron en movimiento procesos que se desarrollaron dialécticamente en los siglos y milenios posteriores.
Por un lado, podemos reconocer la dinámica arquetípica de la conjunción triple como expresión de un titánico poder de evolución: profundidad e intensidad del principio plutoniano que impulsa y potencia los fenómenos arquetípicos del ciclo de Urano–Neptuno, cuyos alineamientos coinciden de modo sistemático con los nacimientos de nuevas religiones, despertares místicos, renacimientos culturales, revelaciones artísticas, nuevas filosofías, visiones utópicas y epifanías cósmicas (Plutón–Urano–Neptuno).
Según este enfoque, los fenómenos básicos de la Era Axial durante la conjunción triple son los que hemos visto como característicos del ciclo de Urano– Neptuno, pero imbuidos de una intensidad trascendental por la presencia de Plutón.
Por otro lado, podemos describir la dirección arquetípica durante el período de conjunción triple como aquella en que el principio de Neptuno espiritualiza y da forma religiosa, metafísica e imaginativa a los fenómenos –característicos del ciclo de Urano–Plutón– de súbito cambio radical y agitación revolucionaria, amplia potenciación de la creatividad y un intensificado impulso colectivo hacia la innovación progresista y la lucha por nuevos horizontes (Neptuno– Urano–Plutón).
Por último, podemos abordar el complejo arquetípico triplanetario durante este período del Despertar Axial como expresión del principio prometeico de Urano en la medida en que libera, despierta y cataliza de manera súbita e imprevista los fenómenos característicos asociados al ciclo de Neptuno–Plutón (Urano–Neptuno– Plutón).
El ciclo de Neptuno–Plutón, que implica a los dos planetas más lejanos, es el más largo de los ciclos planetarios y sus fenómenos históricos y culturales sincrónicos son, en ciertos aspectos, los más profundos y de mayores consecuencias. Se extiende aproximadamente por espacio de cinco siglos y las oposiciones intermedias tienen lugar unos dos siglos y medio después de cada conjunción. El período de cada uno de tales alineamientos de Neptuno y Plutón, dentro del orbe de 15°, dura por sí mismo de veinticinco a treinta años, aproximadamente, y dentro del orbe más amplio de 20°, más de un tercio de siglo.
Para limitarnos ahora a la historia cultural de Occidente, podemos seguir brevemente la secuencia de los alineamientos cíclicos de Neptuno y Plutón y la extraordinaria regularidad de su coincidencia con los comienzos y finales de grandes épocas históricas de enorme dimensión cultural.
Como acabamos de ver, la triple conjunción del siglo VI a.C. no sólo coincidió con el corazón de la Era Axial mundial, sino también con el auge de Grecia y su pronta conversión en civilización histórica mundial.
La oposición siguiente de Neptuno y Plutón de 345–315 a.C. coincidió exactamente con el clímax del período clásico griego y el inicio de la era helenística, marcada por la inmensa transformación que produjo Alejandro Magno en el mundo mediterráneo y en Asia occidental.
La conjunción siguiente de Neptuno y Plutón coincidió con el pleno auge de Roma en la época de Julio César y Augusto (siglo I a.C.); la siguiente, con la caída del Imperio romano de Occidente y el comienzo de la Edad Media (siglo V d.C.); la siguiente, con el comienzo de la Baja Edad Media (siglo X), y la posterior con el final de la Edad Media y el inicio del Renacimiento (finales del siglo XIV y principios del XV).
En el punto medio de los quinientos años del período moderno, la oposición de Neptuno y Plutón coincidió con el momento culminante de la Revolución Científica, a mediados del siglo XVII.
Por último, la conjunción más reciente de Neptuno y Plutón coincidió con la gran época de fin de siecle, últimas décadas del siglo XIX y primeros años del siglo XX (1880–1905), que dio comienzo al ciclo de quinientos años en el que nos hallamos.
El ciclo de Neptuno–Plutón, con su correspondiente complejo arquetípico, exige por sí mismo un estudio y análisis detallados que expondré en otro lugar. Lo que aquí puede mencionarse brevemente es que, además de las grandes épocas que marcan el comienzo y la caída de civilizaciones, que acabamos de sugerir, los alineamientos mayores del ciclo de Neptuno–Plutón parecen haber coincidido con transformaciones especialmente profundas de la visión cultural y la experiencia colectiva de la realidad, que a menudo se produjeron muy por debajo de la superficie de la conciencia colectiva.
Podemos reconocer algunos de sus temas característicos en el gran crisol de destrucción y regeneración metafísicas por las que pasó la cultura occidental durante la última conjunción de Neptuno y Plutón de finales del siglo XIX, ese final de una época y umbral transformador simbolizado por la transvaloración nietzscheana de todos los valores, la agonía de los dioses que habían regido el espíritu occidental durante más de dos milenios, la disolución subterránea de la creencia cristiana convencional y de los presupuestos de la Ilustración, el poderoso surgimiento del «inconsciente» en muchos sentidos (incluida su primera conceptualización), la interpenetración global de las tradiciones religiosas y culturales y la aparición en la cultura occidental de un abanico de fenómenos culturales e impulsos arquetípicos reprimidos y de largo desarrollo, que condujeron al mundo intensamente dinámico del siglo XX.
Tales transformaciones subyacentes de las eras de Neptuno– Plutón tienden a emerger en la superficie de la vida cultural en forma más explícita durante los alineamientos posteriores de Urano y Plutón y de Urano y Neptuno, a menudo como rupturas creativas y súbitos despertares. Hemos visto una oleada de acontecimientos y figuras de este tipo en los cambios revolucionarios y las epifanías culturales que tuvieron lugar durante las oposiciones superpuestas de Urano y Plutón y de Urano y Neptuno, a comienzos del siglo XX.
Estos inmensos impulsos transformadores en la psique colectiva profunda produjeron otra eclosión cíclica de creatividad e intenso cambio cultural acentuado durante la conjunción siguiente de Urano y Plutón, en los años sesenta del siglo pasado.
Esto nos lleva a la conjunción de Urano y Neptuno más reciente.
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[Tablas agregadas por R.T]
El ciclo de Urano-Neptuno
[En el pdf de la 3ra edición (2017) esta tabla es algo confusa. Remito a la 2da edición en papel (2009). La usaré, citada y trancripta, en algunas otras entradas de mi blog.ow]
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“Para la triple conjunción de Urano, Neptuno y Plutón correspondiente al siglo VI a.C., orbe de 20º.
Conjunción de Neptuno y Plutón 594–560
Conjunción de Urano y Neptuno 586–566.
Conjunción de Urano y Plutón 583–570 “
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[Fin del capítulo sobre “La Era Axial”, del texto de Richard Tarnas “Cosmos y Psique”. Tomado textual desde la tercera edición, 2017 (Versión pdf) pág 656 hasta pág 671. ow ].
En la serie de alineamientos solapados, el más largo de los tres, la conjunción de Neptuno y Plutón, cruzó el orbe de 20° entre 594 y 560 a.C., la de Urano y Neptuno entre 586 y 266, y las de Urano y Plutón entre 583 y 570. 660 evolutiva y transformadora en gran escala, tanto temporal como geográficamente.
El tema básico de los despertares espirituales y el nacimiento de nuevas religiones durante esta época y las décadas siguientes es, por supuesto, el más llamativo de estos motivos característicos de Urano–Neptuno: las grandes revoluciones religiosas del budismo, el taoísmo, el confucianismo, el jainismo, etc.
Desde la perspectiva de la historia de la religión occidental, en las revelaciones proféticas del judaísmo de esta época vemos ejemplificado el tema esencial de Urano–Neptuno de radical transformación de la imagen de Dios y una nueva y revolucionaria comprensión de la voluntad divina actuando en la historia, particularmente adecuada a la presencia de Plutón, con su relación arquetípica con la evolución, y a la voluntad universal.
Con respecto al tema del nacimiento de nuevas filosofías, característico de Urano–Neptuno, nos encontramos aquí con el nacimiento mismo de la filosofía occidental, visible en Tales, Anaximandro y Pitágoras, todos los cuales ejercieron una nueva capacidad de la razón crítica para descubrir los arkhái fundamentales, las causas unitivas originarias que subyacen al flujo y la diversidad del mundo.
Otro tema de Urano–Neptuno, el surgimiento de filosofías de carácter específicamente idealista, es evidente en la concepción pitagórica de las formas matemáticas trascendentes y la inteligencia universal que gobiernan el cosmos. Es notable que la conjunción siguiente de Urano y Neptuno, exactamente un ciclo más tarde, coincidiera con el nacimiento del platonismo, profundamente influido por Pitágoras.
El motivo astronómico del ciclo de Urano–Neptuno que hemos visto en la secuencia de Copérnico, Kepler, Galileo y Newton es evidente aquí en el nacimiento de la astronomía misma, a través de la obra de Tales, Anaximandro y Pitágoras. Este comienzo históricamente trascendental está dominado por las primeras especulaciones astronómicas de Tales (incluida su famosa predicción de un eclipse en 585); la postulación de Anaximandro de la primera cosmología científica, que consideraba a la Tierra suspendida libremente en el centro de un universo esférico; y la postulación de Pitágoras de una Tierra esférica encerrada en la esfera rotatoria de las estrellas fijas, mientras que los planetas rotaban en la dirección contraria.
Otro patrón diacrónico: Eudoxio, el primer astrónomo griego que propuso una cosmología detallada que explicaba los distintos movimientos planetarios, nació durante la conjunción siguiente de Urano y Neptuno, al comienzo del siglo IV.
Entre el gran número de innovaciones intelectuales y nuevos comienzos de la Era Axial está el primer mapa de la Tierra, obra de Anaximandro, quien además postuló la primera teoría de la evolución que se conozca, de acuerdo con la cual la vida surgió del mar y los primeros seres humanos eran semejantes a peces. Se trata de una correlación muy interesante en vista de la asociación de Plutón con la evolución biológica y la coincidencia de los alineamientos de Urano–Plutón con el surgimiento de las teorías de la evolución (la de Darwin y Wallace durante la conjunción de los años cuarenta y cincuenta del siglo XIX, las de Erasmus Darwin, Geoffroy Saint– Hilaire, Goethe y Lamarck durante la oposición anterior de los años noventa del siglo XVIII y las de la «segunda revolución darwinista» durante la conjunción más reciente de los años sesenta del siglo XX.)
El hecho de que esa conjunción particular de Urano y Plutón incluyera a Neptuno en el alineamiento sugiere el motivo oceánico dominante de la teoría de la evolución de Anaximandro, y el extraordinario salto imaginativo e intuitivo que se requería para tal conjetura en aquella época. El tema de la epifanía cósmica de Urano–Neptuno, que desvela una dimensión espiritual del universo, se expresa espléndidamente en la revelación pitagórica de la armonía trascendente de las esferas que une astronomía y música en un todo de ordenación divina. También se expresa en el uso pitagórico de la palabra kosmos para describir un universo vivo impregnado de inteligencia espiritual, belleza y perfección estructural.
En Pitágoras vemos también la unidad de ciencia y religión, la ausencia absoluta de fronteras categoriales, que representa otro motivo frecuente de Urano–Neptuno.
En lo que atañe al surgimiento creativo de tradiciones esotéricas que hemos observado en coincidencia con alineamientos posteriores de Urano–Neptuno, la fundación de la hermandad y la filosofía pitagóricas es fuente de inspiración de muchas tradiciones esotéricas occidentales que han visto en Pitágoras su origen y su reverenciada autoridad carismática.
Otro motivo característico de Urano–Neptuno evidente durante esta época fue el nacimiento de nuevas formas de expresión artística, visible en el inicio del drama trágico y el papel del actor introducido por Tespis. Una vez más, encontramos un patrón diacrónico: el primer gran trágico, Esquilo, surgió durante la oposición siguiente de Urano y Neptuno: en 485 a.C. ganó el primero de los muchos premios que obtuvo en el festival anual de Atenas, y continuó escribiendo hasta totalizar noventa piezas en el curso de su larga vida. Shakespeare, su heredero renacentista, nació durante una oposición de Urano y Neptuno, dos mil años más tarde. El surgimiento de nuevas formas artísticas y genio creativo también queda maravillosamente encarnado durante el período de la triple conjunción en la luminosa figura de Safo, quien tuvo su apogeo a partir de los años ochenta del siglo VI. Lo mismo que a Pitágoras, se atribuye a Safo un carisma espiritual como gran sacerdotisa de la isla de Lesbos, donde presidía un culto femenino del amor, la belleza y la poesía. Incluso en los escasos fragmentos que han llegado hasta nosotros es evidente, muchos siglos después, que su obra representó no sólo una ruptura creativa respecto de la imaginación poética, sino también un profundo cambio psicológico en la actitud del artista. Safo produjo una nueva forma de desvelamiento poético personal e íntimamente emocional. Transformó creativamente la poesía lírica tanto en la técnica como en el estilo, pues abandonó la tradición de la poesía escrita desde la perspectiva de los dioses y las musas y adoptó un enfoque que expresaba el punto de vista personal del individuo. Al escribir en primera persona, al describir el amor y su pérdida tal como la afectaban personalmente, parece haber servido con su arte al progreso en el impulso a la individuación que por entonces asomaba en la psique griega.
También podemos reconocer en Safo dos temas importantes de Urano–Plutón que ya hemos visto correlacionados con este ciclo en épocas posteriores, como durante los años sesenta del siglo XX, de 1896 a 1907, de 1845 a 1856 y la última década del siglo XVIII: la potenciación social de las mujeres y el despertar dionisíaco y la liberación erótica. La presencia del complejo asociado a los tres planetas en combinación puede percibirse en la profundidad del sentimiento y la intensidad de la expresión lírica que distingue la obra de Safo, una revelación del eros irresistible en su potencia visceral e instintiva (Urano–Plutón) e inextricablemente ligada con las dimensiones poética, romántica e imaginativa de su arte (Urano–Neptuno).
[Cita una poesía de Safo]: “Un igual a los dioses me parece el hombre aquel que frente a ti se sienta, de cerca y cuando dulcemente hablas te escucha, y cuando ríes seductora. Esto –no hay duda– hace mi corazón volcar dentro del pecho. Miro hacia ti un instante y de mi voz ni un hilo ya me acude, la lengua queda inerte y un sutil fuego bajo la piel fluye ligero y con mis ojos nada alcanzo a ver y zumban mis oídos; me desborda el sudor, toda me invade un temblor, y más pálida me vuelvo que la hierba. No falta –me parece– mucho para estar muerta”.
He aquí presente algo del estallido shakespeareano de intensidad romántico–erótica, una modalidad lírica de la fiebre cerebral dostoievskiana y también una insinuación del intenso eros poético plenamente carnal de Whitman. En todos esos casos estaban en alineamiento dinámico los mismos tres planetas, pero esta vez en una conjunción triple.
La compresión de estas maravillas del mundo antiguo – culturales, religiosas, científicas, filosóficas y artísticas– en un corto lapso y en coincidencia exacta con la conjunción de Urano, Neptuno y Plutón, también se refleja en la arquitectónica de la Babilonia de Nabucodonosor. El reinado de Nabucodonosor en Babilonia, que se extendió de 605 a 562 a.C., coincidió de modo casi preciso con toda esta época. Durante dicho período, Nabucodonosor hizo restaurar prácticamente todos los templos de su imperio. Babilonia era una gran ciudad de grandeza palaciega, de monumentales edificios públicos con fachadas de azulejos esmaltados con brillantes colores, canales, amplias avenidas, calles sinuosas y los Jardines Colgantes, llenos de flora exótica que se regaban con agua llevada del Éufrates.
Esta Babilonia fue el crisol de la gran metamorfosis del judaismo que tuvo lugar en esta época. La destrucción de Jerusalén en 586 por Nabucodonosor y la deportación de la mayor parte de la población judía al cautiverio babilónico se produjo en exacta coincidencia con el tránsito mundial de Saturno en cuadratura con Plutón y Neptuno (inmediatamente antes de que Urano entrara en estrecha conjunción con estos dos planetas).
En las décadas siguientes, la profunda respuesta de los profetas judíos a esos catastróficos acontecimientos políticos y espirituales desencadenó la transformación del judaísmo en una religión caracterizada por el universalismo monoteísta y el individualismo ético. Los escritos de Jeremías y Ezequiel durante esta era expresaban un énfasis radicalmente nuevo en la relación del individuo con Dios. Los del Segundo Isaías, nacido bajo la triple conjunción, aportaron la poderosa declaración de un Dios soberano y lleno de amor que reina sobre toda la historia y toda la humanidad, inspirando en las generaciones venideras una visión esperanzada en el advenimiento del reino de Dios, que liberaría a su pueblo de los sufrimientos y las injusticias del presente.
La metamorfosis de la imaginación profética en esa época se convirtió en fuente de inspiración para incontables figuras y movimientos religiosos de siglos posteriores, incluidas muchas visiones utópicas y milenaristas que surgieron una y otra vez durante los alineamientos posteriores del ciclo de Urano– Neptuno, desde el período del Nuevo Testamento al movimiento del siglo XX por los derechos civiles:
[cita a Isaías] Así dice el Dios Yahvé, el que crea los cielos y los extiende, el que hace firme la tierra y lo que en ella brota, el que da aliento al pueblo que hay en ella, y espíritu a los que por ella andan.
Yo, Yahvé, te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé, y te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes, para abrir los ojos ciegos, para sacar del cala[1]bozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas. Una voz clama: «En el desierto abrid camino a Yahvé, trazad en la estepa una calzada recta a nuestro Dios. Que todo valle sea elevado, y todo monte y cerro rebajado; vuélvase lo escabroso llano, y las breñas planicie. Se revelará la gloria de Yahvé, y toda criatura a una la verá». (Isaías, 42: 5–7; 40: 3–5)
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[El interesante párrafo comparativo que sigue, no figuraba en la 2da.edición del año 2009]:
El Primer Isaías, cuyos temas anticipaban estrechamente los del Segundo, inició sus profecías entre 750 y 740 a.C., en coincidencia con la conjunción anterior de Urano y Neptuno. La conjunción anterior, que se hallaba en el orbe de 20° entre 758 y 737, el período que los eruditos consideran que corresponde a la composición de la también coincide aproximadamente con Teogonía y Los trabajos y los días de Hesíodo. (La datación de las epopeyas homéricas continúa siendo una cuestión demasiado ambigua y escurridiza como para permitir correlaciones fiables.)
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[Se refiere ahora a lo escrito en capítulos anteriores. ow] Hemos visto ya la combinación de los planetas Urano, Neptuno y Plutón en las configuraciones cuadráticas de los siglos XVI y XIX, al ocuparnos de los complejos choques de poderosas fuerzas detectables en las obras de Shakespeare, Galileo y Dostoievski.
Ello nos puede proporcionar un atisbo de la sobrecogedora transformación de la conciencia que el Despertar Axial del siglo VI a.C. produjo en un sinnúmero de personas en las civilizaciones del mundo antiguo, de China e India a Persia, Babilonia, Israel y Grecia: la destrucción de lo viejo y el nacimiento de lo nuevo, cambios sin precedentes en la percepción de la realidad, el poder de las revelaciones que inauguran una época, el despertar de perspectivas religiosas, filosóficas y científicas radicalmente novedosas, en realidad el nacimiento de la filosofía y la ciencia tal como las entendió luego nuestra civilización, y el nacimiento de tradiciones religiosas hasta hoy mismo fundacionales de la comunidad humana.
Además, en lo que se refiere al aspecto social de la evolución religiosa, la Era Axial abrió para la humanidad la posibilidad de un compromiso individual directo y mucho más amplio con lo divino por parte de místicos, profetas, filósofos y sabios, cuya experiencia religiosa y autoridad espiritual representa la emancipación de la arcaica jerarquía que hasta entonces había me[1]diado dicha experiencia.
Cuando consideramos el progreso del ciclo de Urano–Neptuno y los patrones diacrónicos de fenómenos culturales arquetípicamente vinculados que se desplegaron durante alineamientos posteriores, como los nacimientos del platonismo y el cristianismo, podemos reconocer que muchas de las grandes religiones y epifanías filosóficas del Despertar Axial se centraban en una transformación profunda y duradera de la experiencia de lo numinoso.
Esta transformación adoptó formas radicalmente diversas en las distintas civilizaciones y tradiciones –budista, taoísta, confuciana, jainista, zoroastrista, judía, griega–, que se desarrollaron con orientaciones divergentes de acuerdo con sus respectivas tradiciones. Lo común a estas distintas transformaciones es una nueva y poderosa distinción, que a menudo se convertiría en una dicotomía radicalmente polarizada, entre una realidad espiritual radicalmente superior y una realidad percibida como intrínseca o provisionalmente inferior.
Ambas realidades se distinguían y se definían en muchos niveles, a menudo solapadas: el mundo divino de eternidad y el mundo humano de flujo y finitud, el ontológicamente primordial y el derivado, el trascendente y el inmanente, espíritu y materia, bueno y malo, luz y oscuridad, arriba y abajo, perfecto e imperfecto, uno y múltiple, realidad e ilusión, Brahman y maya, nirvana y samsara, el Tao y el mundo convencional, el reino de Dios y el mundo secular, el futuro redimido y el presente pecador, salvación/iluminación y oscura cárcel de la condición humana ordinaria, el filósofo–profeta–místico–sabio y el no iluminado.
Toda tradición religiosa desarrolló estas diferenciaciones y luchó de diversas formas por superarlas, con resultados espirituales y filosóficos completamente distintos en Asia y en Occidente.
Sobre estas polaridades se estableció el fundamento espiritual e intelectual de una parte de la evolución histórica de la conciencia humana que ha tenido lugar desde entonces, sobre todo en Occidente, donde estas dicotomías han sido particularmente pronunciadas y han tenido consecuencias importantes.
Desde un punto de vista hegeliano y junguiano, se podría decir que esta revelación de opuestos metafísicos dinámicamente relacionados en la experiencia humana, de tanta trascendencia histórica, inició un gran proceso evolutivo de tensiones y síntesis dialécticas en el que aún hoy vive nuestra época. El gran Despertar Axial del período de la triple conjunción fue un fenómeno extremadamente complejo, un fons et origo [“fuente y origen”, ow] con múltiples corrientes.
Desde el momento de su aparición, todas las religiones y filosofías que nacieron o se transformaron durante esta época tenían una complejidad interna que se desarrolló y se diferenció creativamente en los siglos siguientes. Cada corriente fue objeto de múltiples ramificaciones, divisiones internas y nuevas divergencias.
La nueva autonomía del individuo, la nueva capacidad para una conciencia plenamente reflexiva, la nueva voluntad de poner en tela de juicio lo recibido y lo dado, los retos a las creencias establecidas, la rebeldía profética y filosófica contra los poderes seculares y los valores convencionales, el nuevo papel de místicos y sabios, las nuevas modalidades de expresión artística que sirven de apoyo a una mayor individualidad y a una crítica reflexiva acerca de la condición humana, el emergente impulso general a alejarse de lo local y lo tradicional y acercarse a lo universal y lo nuevo, y por último, aunque no menos importante, el despertar a una realidad trascendente que busca un nuevo tipo de encarnación en el mundo de la historia humana: todas estas características decisivas de la época axial pusieron en movimiento procesos que se desarrollaron dialécticamente en los siglos y milenios posteriores.
Por un lado, podemos reconocer la dinámica arquetípica de la conjunción triple como expresión de un titánico poder de evolución: profundidad e intensidad del principio plutoniano que impulsa y potencia los fenómenos arquetípicos del ciclo de Urano–Neptuno, cuyos alineamientos coinciden de modo sistemático con los nacimientos de nuevas religiones, despertares místicos, renacimientos culturales, revelaciones artísticas, nuevas filosofías, visiones utópicas y epifanías cósmicas (Plutón–Urano–Neptuno).
Según este enfoque, los fenómenos básicos de la Era Axial durante la conjunción triple son los que hemos visto como característicos del ciclo de Urano– Neptuno, pero imbuidos de una intensidad trascendental por la presencia de Plutón.
Por otro lado, podemos describir la dirección arquetípica durante el período de conjunción triple como aquella en que el principio de Neptuno espiritualiza y da forma religiosa, metafísica e imaginativa a los fenómenos –característicos del ciclo de Urano–Plutón– de súbito cambio radical y agitación revolucionaria, amplia potenciación de la creatividad y un intensificado impulso colectivo hacia la innovación progresista y la lucha por nuevos horizontes (Neptuno– Urano–Plutón).
Por último, podemos abordar el complejo arquetípico triplanetario durante este período del Despertar Axial como expresión del principio prometeico de Urano en la medida en que libera, despierta y cataliza de manera súbita e imprevista los fenómenos característicos asociados al ciclo de Neptuno–Plutón (Urano–Neptuno– Plutón).
El ciclo de Neptuno–Plutón, que implica a los dos planetas más lejanos, es el más largo de los ciclos planetarios y sus fenómenos históricos y culturales sincrónicos son, en ciertos aspectos, los más profundos y de mayores consecuencias. Se extiende aproximadamente por espacio de cinco siglos y las oposiciones intermedias tienen lugar unos dos siglos y medio después de cada conjunción. El período de cada uno de tales alineamientos de Neptuno y Plutón, dentro del orbe de 15°, dura por sí mismo de veinticinco a treinta años, aproximadamente, y dentro del orbe más amplio de 20°, más de un tercio de siglo.
Para limitarnos ahora a la historia cultural de Occidente, podemos seguir brevemente la secuencia de los alineamientos cíclicos de Neptuno y Plutón y la extraordinaria regularidad de su coincidencia con los comienzos y finales de grandes épocas históricas de enorme dimensión cultural.
Como acabamos de ver, la triple conjunción del siglo VI a.C. no sólo coincidió con el corazón de la Era Axial mundial, sino también con el auge de Grecia y su pronta conversión en civilización histórica mundial.
La oposición siguiente de Neptuno y Plutón de 345–315 a.C. coincidió exactamente con el clímax del período clásico griego y el inicio de la era helenística, marcada por la inmensa transformación que produjo Alejandro Magno en el mundo mediterráneo y en Asia occidental.
La conjunción siguiente de Neptuno y Plutón coincidió con el pleno auge de Roma en la época de Julio César y Augusto (siglo I a.C.); la siguiente, con la caída del Imperio romano de Occidente y el comienzo de la Edad Media (siglo V d.C.); la siguiente, con el comienzo de la Baja Edad Media (siglo X), y la posterior con el final de la Edad Media y el inicio del Renacimiento (finales del siglo XIV y principios del XV).
En el punto medio de los quinientos años del período moderno, la oposición de Neptuno y Plutón coincidió con el momento culminante de la Revolución Científica, a mediados del siglo XVII.
Por último, la conjunción más reciente de Neptuno y Plutón coincidió con la gran época de fin de siecle, últimas décadas del siglo XIX y primeros años del siglo XX (1880–1905), que dio comienzo al ciclo de quinientos años en el que nos hallamos.
El ciclo de Neptuno–Plutón, con su correspondiente complejo arquetípico, exige por sí mismo un estudio y análisis detallados que expondré en otro lugar. Lo que aquí puede mencionarse brevemente es que, además de las grandes épocas que marcan el comienzo y la caída de civilizaciones, que acabamos de sugerir, los alineamientos mayores del ciclo de Neptuno–Plutón parecen haber coincidido con transformaciones especialmente profundas de la visión cultural y la experiencia colectiva de la realidad, que a menudo se produjeron muy por debajo de la superficie de la conciencia colectiva.
Podemos reconocer algunos de sus temas característicos en el gran crisol de destrucción y regeneración metafísicas por las que pasó la cultura occidental durante la última conjunción de Neptuno y Plutón de finales del siglo XIX, ese final de una época y umbral transformador simbolizado por la transvaloración nietzscheana de todos los valores, la agonía de los dioses que habían regido el espíritu occidental durante más de dos milenios, la disolución subterránea de la creencia cristiana convencional y de los presupuestos de la Ilustración, el poderoso surgimiento del «inconsciente» en muchos sentidos (incluida su primera conceptualización), la interpenetración global de las tradiciones religiosas y culturales y la aparición en la cultura occidental de un abanico de fenómenos culturales e impulsos arquetípicos reprimidos y de largo desarrollo, que condujeron al mundo intensamente dinámico del siglo XX.
Tales transformaciones subyacentes de las eras de Neptuno– Plutón tienden a emerger en la superficie de la vida cultural en forma más explícita durante los alineamientos posteriores de Urano y Plutón y de Urano y Neptuno, a menudo como rupturas creativas y súbitos despertares. Hemos visto una oleada de acontecimientos y figuras de este tipo en los cambios revolucionarios y las epifanías culturales que tuvieron lugar durante las oposiciones superpuestas de Urano y Plutón y de Urano y Neptuno, a comienzos del siglo XX.
Estos inmensos impulsos transformadores en la psique colectiva profunda produjeron otra eclosión cíclica de creatividad e intenso cambio cultural acentuado durante la conjunción siguiente de Urano y Plutón, en los años sesenta del siglo pasado.
Esto nos lleva a la conjunción de Urano y Neptuno más reciente.
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[Tablas agregadas por R.T]
El ciclo de Urano-Neptuno
[En el pdf de la 3ra edición (2017) esta tabla es algo confusa. Remito a la 2da edición en papel (2009). La usaré, citada y trancripta, en algunas otras entradas de mi blog.ow]
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“Para la triple conjunción de Urano, Neptuno y Plutón correspondiente al siglo VI a.C., orbe de 20º.
Conjunción de Neptuno y Plutón 594–560
Conjunción de Urano y Neptuno 586–566.
Conjunción de Urano y Plutón 583–570 “
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[Fin del capítulo sobre “La Era Axial”, del texto de Richard Tarnas “Cosmos y Psique”. Tomado textual desde la tercera edición, 2017 (Versión pdf) pág 656 hasta pág 671. ow ].
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