MEMORIA, VERDAD, JUSTICIA
QUERIDO PRIMO ALBERTO, QUERÍDA TÍA MÓNICA

Foto de Archivo
COMO HOMENAJE A TODAS LAS MADRES DE LA PLAZA Y A SU HISTORIA HEROICA QUIERO -COMO TODOS LOS AÑOS EN ESTA FECHA- VOLVER A CONTAR UNA EN PARTICULAR: LA DE MI TÍA.

Mónica Molleker de Burgardt era reservada y silenciosa, tal como sugiere esta foto -amplificada y por eso tan diluida- la única que poseo donde aparece su rostro enigmático. Al lado está mi primo, aún casi adolescente.
LA IMAGINO EN ESA RONDA del 30 de abril de 1977 marchando codo a codo con las otras madres del dolor. Mi primo Alberto Burgardt desapareció en setiembre de 1976 y ella se movió enseguida, con la esperanza de encontrarlo.
SÉ QUE ESTUVO EN MUCHAS MARCHAS INICIALES con las madres que se iban sumando, corridas por la policía, denigradas. Aún no organizadas como Madres de la Plaza. Sé que confió al principio en la intermediación de la iglesia: era muy católica. Hizo antesala en enorme cantidad de despachos episcopales. En vano.
CONTÓ LA HISTORIA A MI MADRE PERO MUCHO DESPUÉS. Nuestras familias no tenían en ese momento una relación cotidiana, como sí en cambio yo había tenido pocos años antes con mi primo. Se encerraron en sí mismos y una vez que asumieron que Alberto ya no volvería más, bajaron los brazos. Se aislaron del resto de la familia, salvo con mi madre que cada tanto los visitaba.
LA FAMILIA QUEDÓ DESTRUIDA. La escena de la captura de Alberto fue demasiado cruel como para contarla aquí y los dos tíos fueron testigos. Mi tío Juan -quien además era mi padrino- murió primero, luego incluso murieron dos de sus hijos. Ninguno de ellos compartía las ideas de Alberto, lo que les hizo aún más duro sobrellevar la situación.

Foto de Archivo
COMO HOMENAJE A TODAS LAS MADRES DE LA PLAZA Y A SU HISTORIA HEROICA QUIERO -COMO TODOS LOS AÑOS EN ESTA FECHA- VOLVER A CONTAR UNA EN PARTICULAR: LA DE MI TÍA.

Mónica Molleker de Burgardt era reservada y silenciosa, tal como sugiere esta foto -amplificada y por eso tan diluida- la única que poseo donde aparece su rostro enigmático. Al lado está mi primo, aún casi adolescente.
LA IMAGINO EN ESA RONDA del 30 de abril de 1977 marchando codo a codo con las otras madres del dolor. Mi primo Alberto Burgardt desapareció en setiembre de 1976 y ella se movió enseguida, con la esperanza de encontrarlo.
SÉ QUE ESTUVO EN MUCHAS MARCHAS INICIALES con las madres que se iban sumando, corridas por la policía, denigradas. Aún no organizadas como Madres de la Plaza. Sé que confió al principio en la intermediación de la iglesia: era muy católica. Hizo antesala en enorme cantidad de despachos episcopales. En vano.
CONTÓ LA HISTORIA A MI MADRE PERO MUCHO DESPUÉS. Nuestras familias no tenían en ese momento una relación cotidiana, como sí en cambio yo había tenido pocos años antes con mi primo. Se encerraron en sí mismos y una vez que asumieron que Alberto ya no volvería más, bajaron los brazos. Se aislaron del resto de la familia, salvo con mi madre que cada tanto los visitaba.
LA FAMILIA QUEDÓ DESTRUIDA. La escena de la captura de Alberto fue demasiado cruel como para contarla aquí y los dos tíos fueron testigos. Mi tío Juan -quien además era mi padrino- murió primero, luego incluso murieron dos de sus hijos. Ninguno de ellos compartía las ideas de Alberto, lo que les hizo aún más duro sobrellevar la situación.

Y FINALMENTE TÍA MÓNICA MURIÓ AÑOS ATRÁS, a principios del nuevo siglo. Hasta el final guardó silencio sobre su heroísmo en esos años de plomo. Tuvo algunas confidencias, pocas, con mi madre y sólo con esos retazos pudimos reconstruir algo.
SE NEGÓ CON ORGULLO Y AMARGURA a recibir la reparación económica otorgada a familiares de desaparecidos. Y lentamente decidió irse apartando de la vida. El cuerpo de Alberto nunca apareció hasta ahora. Seguimos confiando en la tarea prodigiosa de Abuelas de Plaza de Mayo junto con el Banco Nacional de datos genéticos, donde uno de mis primos dejó su muestra de adn familiar. Tarde o temprano, querido Aberto, obtendremos las evidencias que tantxs aún buscamos y necesitamos.
MUCHAS MADRES Y MUCHOS PADRES DE DESAPARECIDXS deben haber tenido una historia semejante. No tenemos ni idea de su número pero son muchxs más -igual que las mismas víctimas- que los números que hasta ahora manejamos. Los que pudieron erguirse de alguna manera, siguieron con las denuncias, se juntaron, fueron renacidos por la resiliencia reparadora.
MUCHAS Y MUCHOS NO PUDIERON. Como Mónica y Juan, quedaron sumidos por el abismo de un dolor que los paralizó, sobre todo al constatar la magnitud de lo que había ocurrido. En el caso de Mónica fue letal, además, recibir la frialdad burocrática de los sacerdotes de la iglesia en la que tanto había confiado.
PERO SABEMOS QUE ELLA FUE UNA de las que puso la semilla en las rondas iniciales. Por eso quiero también honrar en este día a estas madres (y padres) que quedaron atravesadxs por un dolor que no logró consuelo. Y agradecer a lxs que sí prosiguieron luchando con entereza y valentía.
EL HEROISMO DE LXS QUE SIGUIERON Y SIGUEN CON LA LUCHA, sirve para honrar también su memoria. Las miles de marchas posteriores de las Madres que marcaron a fuego el Mandala de la Plaza, son el testimonio viviente de ello. En el presente la antorcha va sostenida por Abuelas, Hijos y Nietos, descendientes que nunca dejarán, nunca dejaremos de conmemorar este día doloroso. No se trata de eternizar una herida lacerante, sino de seguirla transformando en un Fuego Renasciente. Así viene siendo y así seguirá porque ése es el destino de los dolores que se trasforman en Vida...
Alberto, Mónica, Juan... gracias por por el honor compartido.
ow

Foto de Archivo
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.